viernes, 24 de junio de 2011

ejecutivo

Después de la barbacoa, que ha servido de telón de fondo para limar fricciones en la plantilla, una carrera con ''The Asteroids'', un grupo de animación formado por las más obesas de las Vegas enfrentó a los participantes del seminario. La compañía para la que trabajo factura alrededor de 640.000 € a la semana, no diré el nombre de la compañia, solo os diré que es muy importante, todos vosotros tenéis, por lo menos 3 electrodomésticos de mi marca en casa. Estamos celebrando un seminario sobre relaciones laborales en un complejo privado de la costa de Florida. Los Hummers rosa están aparcados detrás de nosotros, en uno de ellos hay instalado un soundsystem del tamaño de un elefante africano. El push it to the limit de Paul Engemann suena a toda ostia.

El presidente adjunto y el jefe de recursos humanos están bañándose desnudos en la orilla y como dos completos imbéciles, se arrojan agua sobre sus respectivos esfínteres. Las secretarias, incluida la psicótica que montó un numerito tremendo en el pub del resort anoche (porque el empleado latino había apagado la diana justo cuando ella quería una revancha), están completamente borrachas intentando ligar con dos puertorriqueños que trabajan en el catering, por cierto uno de ellos, al que todos llaman Casamance, me ha vendido una hierba potentísima.

La ocasión de contemplar a Fillips, el jefe de estudios de mercado, sobre una de esas gordas completamente sudada, el chili de la salsa barbacoa, la jodida playa privada que parece sacada del anuncio de aquel famoso refresco, la hierba de Casamance, la insolación provocada por la deshidratación debida al tequila y el loco batir de mandíbulas del becario de marketing hacen que Octavio se vuelva a sentir vivo, tiene ganas de abrazar la especie humana, de dar las gracias al universo por estar allí, aunque solo sea de un modo provisional, nuestro protagonista se ha emocionado.

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