miércoles, 20 de abril de 2011

El belen postmoderno



La Asociación de madres y padres de uno de los colegios más pijos de Barcelona, quiere que la representación del Belén que hacen en Navidad sea un sonado evento y de paso combatir la baja asistencia tradicional a ese acto.

Contratan a un director de primera línea conocido por su afán de reinventarse continuamente, haciendo impredecible su próximo movimiento artístico. Contra todo pronóstico el AMPA decide arriesgar y le da carta blanca al bohemio artista.

Estrenan el día de navidad, el auditorio está lleno a rebosar, pues han publicitado por toda Barcelona, agotando las entradas de todos los horarios. El Director ha planteado la obra como una descomposición reinterpretada del texto bíblico que mira hacia la historia del video-performance. Nada más abrir el telón todo empieza a ir mal.

El decorado es una especie de vómito kitsch sobre un cuadro de Escher, los ojos como platos, mientras empiezan a salir entre el público preescolares disfrazados de una secta hindú con pistolitas de agua llenas de sangre, un travesti vestido de rey Melchor balbucea algo en latín, o quizá está demasiado borracho para entender su castellano.

A pesar de todo, los padres siguen allí, sorprendidos, pero callados. En una actitud muy como de… a ver si ahora pasa algo y se explica todo. Pues no. Eso no pasará,
¿que esperaban?

El momento cumbre llega cuando cinco jóvenes de entre 12 y 14 años suben a dos cincuentonas de la primera fila, van vestidos de ángeles, las invitan a subir al escenario muy amablemente. De repente, las empujan y las tiran al suelo, se empieza a proyectar intermitentemente un enorme pene en el escenario, los niños se arrancan el disfraz y empiezan a restregarse de una manera muy sexual, muy lascivamente a las señoras. Una voz en off grita -¡Los tabús son nuestros hijos!- Y se encienden las luces. El silencio recorre el auditorio, la tensión se podría cortar con un merengue. Entonces sale el director de detrás de las bambalinas, se lanza un cubo de agua y hace una reverencia.

(Silencio…)
(…)

Dos figuras en el fondo, con boina parisina y gafas de pasta se levantan y aplauden efusivamente. Habían pillado la referencia a Bill Viola.

jueves, 7 de abril de 2011

El actor ciego

Spencer Turmix llegó a la fama tras una adolescencia difícil en el problematico barrio brugues Histeria Valley. A base de trabajo duro y droga barata, Spencer consiguió un papel secundario en una serie sobre especialistas de cine. Sus dotes para recibir palos y su hierática expresión frente a la violencia lo catapultaron al escaparate internacional, formalizó su relación con la cantante y actriz Krystel Covadonga (ver foto) convirtiendose en el actor de moda.

Durante el rodaje de la tercera temporada Spencer despierta un día completamente ciego, no ve nada, sus ojos son solo un monitor apagado. Los datos de audiencia arrojan a la cara de todos los ejecutivos de la cadena que Spencer es la clave, no pueden deshacerse de él. Por lo que, ciego y todo, deberan seguir rodando capitulos. Spencer es bueno con la memorización de los textos y han limitado las escenas del actor a tres espacios.


 S. Turmix y K. Covadonga en las manifestaciones pro-contacto extraterrestre.
(archivo)

Pese a las habilidades de Spencert, la serie es un completo desastre, el actor ciego golpea el atrezzo, tiene unos andares muy torpes e inseguros y con frecuencia dirige su discurso 50 grados más a la derecha de la nariz otro actor. De todas maneras, sigue siendo un hacha recibiendo ostias, lo hace como nadie y su papel como especialista de cine sigue resultando creíble a pesar de sus constantes sobreactuaciones para disimular su discapacidad.

La serie sigue dando unas audiencias muy buenas, la gente adora a Spencer, la mente del público omite ese handycap y las acciones torpes se filtran en la percepción final del publico. Casi nadie se ha dado cuenta, la gente sigue pensando que Spencer Turmix ve algo.

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